Texto transcrito y traducido del video de Prolekult “Communism | Approaching Marxism”: https://www.youtube.com/watch?v=_j2k1klbDBs
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Comunismo | Aproximación al marxismo
En 1844, Marx escribió que el comunismo es el "enigma de la Historia resuelto". Si esto es así, entonces todavía estamos lejos de resolver ese enigma. Para la sociedad burguesa, el comunismo no es más que una palabra sucia, que evoca una imagen de despotismo y falsas promesas, arraigada en una historia demonizada de las revoluciones socialistas del siglo XX. Esto era de esperarse. Sin embargo, el movimiento comunista occidental no está mucho mejor. Aunque coinciden en algunas premisas fundamentales—por ejemplo, que el comunismo es la propiedad común de los medios de producción—, lo que esto significa en la realidad está sumido en la confusión. Se explica de manera mecanicista como democracia en el lugar de trabajo, un proceso de industrialización más sofisticada y equitativa, o como un retorno a la tierra y un lujo comunal limitado. En cada una de estas posturas, se prescribe un proceso de desarrollo abstracto extraído de escasas frases en la obra de Marx, planteando un horizonte político contra el cual deben juzgarse todos los movimientos. Donde tal abstracción no aplica, se tiende una trampa diferente: las formas políticas de las revoluciones socialistas pasadas se movilizan como un plan para el futuro. Por más honorable que sea la intención de estos enfoques, caen en una trampa que Marx describe como la de un "comunismo inmaduro", que busca una prueba histórica de sí mismo en el ámbito de lo que ya existe. Esto resulta en una prescripción acrítica de fenómenos históricos desconectados, fases y procesos de desarrollo histórico arrancados de sus contextos reales como prueba y forma del futuro.
Aunque no pretendemos superar estos problemas, queremos sugerir que apuntan hacia una contradicción fructífera en el corazón del proyecto comunista. En los próximos minutos, consideraremos la teoría de las dos etapas del desarrollo comunista para ilustrar la contradicción entre la visión de Marx del comunismo como movimiento estratégico y su visión del comunismo como un nuevo modo de producción. Les instamos a llevar adelante esta conversación por su cuenta, y hemos incluido materiales en la descripción del video para ayudar con una discusión grupal inicial sobre el tema. Bienvenidos una Aproximación al marxismo.
La explicación más compartida del comunismo se extrae libremente de una serie de notas escritas por Marx en 1875, publicadas posteriormente como Crítica del Programa de Gotha. En la sección relevante, Marx problematiza la primera y tercera cláusula de la primera plataforma política del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), el Programa de Gotha, que abogaba por el "derecho igual sobre los productos íntegros del trabajo para todos los miembros de la sociedad" y una "distribución justa de los productos del trabajo", respectivamente. Tras argumentar que la primera cláusula es contradictoria—ya que un derecho igual a productos íntegros es imposible si la sociedad debe pagar por sus medios de producción y necesidades colectivas—y que la tercera cláusula sobre "distribución justa" es totalmente subjetiva, Marx parece distinguir entre una "primera fase" de la sociedad comunista, aún marcada por las huellas de la sociedad antigua, y una "fase superior", donde la sociedad podría operar bajo el principio de "de cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades". Incluso cambios aparentemente radicales—como que el trabajador reciba la misma cantidad de trabajo que ha aportado a la sociedad—no superan las lógicas de la sociedad capitalista como proceso de producción para el intercambio. Para Marx, "el derecho nunca puede ser superior a la estructura económica de la sociedad".
Combinado con elementos de la obra de Marx y Engels que abogan por un estado proletario—una dictadura de la masa de trabajadores sobre una minoría de capitalistas—, esta breve discusión forma la base de la explicación marxista dominante del comunismo. Se expresa más claramente en Lenin en El Estado y la Revolución, donde la primera fase del comunismo se explica como una dictadura del proletariado, organizando una sociedad aún sujeta a la lógica capitalista hacia una fase superior, donde se abolirán la división del trabajo y la propiedad privada, la riqueza fluirá abundantemente y el trabajo se habrá convertido en "la primera necesidad de la vida". Aunque las conclusiones de que un estado proletario es necesario y la abolición de la propiedad privada es un largo proceso de desarrollo son correctas, esta formulación presenta un proceso relativamente sencillo, con la naturaleza política de la transformación comunista de la sociedad ya prescrita. Lo que queda es un proceso económico de desarrollo, con el estado y las viejas formas de sociedad progresivamente abolidos—"extinguiéndose", en palabras de Lenin—mientras el proletariado construye los medios de producción. Esto presenta considerables problemas.
En su libro Comunismo y estrategia, la marxista francesa Isabelle Garo ofrece una reinterpretación poderosa del significado atribuido a la teoría de las dos etapas en el pensamiento de Marx. Primero, basándose en El Capital y sus escritos sobre la Comuna de París, Garo argumenta que el comunismo de Marx es una práctica, no un estado idealizado. Esto se expresa quizás con mayor claridad en la afirmación de Marx de que "la gran medida social de la Comuna fue su propia existencia en acción". Como argumenta Garo, Marx no trata las políticas aprobadas por la Comuna como representativas de su carácter revolucionario ni como un plan a imitar. Es la acción de las masas al organizar, legislar e implementar estas acciones lo que constituye el paso revolucionario—una reapropiación de la política contra la dominación de la sociedad capitalista. El comunismo es, como Marx dijo en La ideología alemana, "el movimiento real que abolirá el estado actual de las cosas". Solo en esta acción revolucionaria de masas los oprimidos pueden comenzar a apropiarse y reorganizar conscientemente la sociedad. Como Marx destaca en toda su obra, y como Garo enfatiza, las políticas y la dirección de desarrollo que tal práctica instituirá no pueden predecirse de antemano, ya que son necesariamente un problema concreto y contextual. Esto no es simple "movimientismo" ni "seguidismo", y queda claro en la lectura de Garo de El Capital, destacando la comprensión de Marx de que el proletariado vende su tiempo al capitalista y que el desarrollo de la maquinaria es un proceso de descalificación y pérdida de control sobre el proceso productivo. Garo argumenta que estos procesos representan una expropiación capitalista de las capacidades del trabajo colectivo. El énfasis de Marx en la lucha por la jornada laboral o la necesidad de propiedad colectiva de los medios de producción surge, por tanto, como una reapropiación de la vida social. El desarrollo comunista es, entonces, un proceso colectivo de ganar control consciente sobre la sociedad contra esta dominación, situando la crítica de la economía política como brújula estratégica.
Crítica del Programa de Gotha es el único texto en la obra de Marx donde el viejo revolucionario parece dar una forma definida al proceso de transformación social que abole el dominio capitalista. Aunque no sorprende que se haya vuelto central en muchos enfoques posteriores, la teoría de las dos fases malinterpreta tanto el contexto como el significado del texto. Como ilustra Garo, la crítica nunca fue pensada para publicación, sino escrita de mala gana por Marx desde una posición débil, como un intento de cambiar la dirección del joven SPD. Su objetivo es orientar al partido lejos de un enfoque en la redistribución de los productos de la producción capitalista mediante legislación, hacia una crítica de dicha producción y una estrategia para su derrocamiento revolucionario por el proletariado. En este contexto, su uso de la metáfora de dos etapas definitivamente no busca proporcionar un esquema para la futura revolución proletaria—en una ruptura abrupta con el rechazo de tales fórmulas presente en el resto de su obra. Más bien, despliega la metáfora como herramienta pedagógica para ilustrar el alcance de la transformación requerida para derrocar la explotación capitalista, sus raíces en la producción y la acción de masas, y los límites de cualquier lucha jurídica. Aunque Marx—y Garo con él—son claros en la necesidad de una dictadura revolucionaria del proletariado, esta lectura de la crítica y su lugar en la obra de Marx ofrece una comprensión muy diferente de lo que esto implica. El propósito de un estado proletario aquí no es solo el desarrollo económico, sino la expansión de la democracia de masas creativa que lo engendra—como práctica para ganar control colectivo consciente sobre la vida social. Esta comprensión abre una visión poderosa de un comunismo estratégico. Sin embargo, no está exenta de fallas. En términos sencillos, aunque Marx ciertamente sostiene esta visión del comunismo como práctica, esto no nos permite dejar de lado la cuestión económica. En cambio, inyecta un nuevo imperativo y complejidad política.
Si Marx es consistente en su visión del comunismo como "el movimiento real", también lo es en su visión de que la sociedad comunista requiere un desarrollo económico considerable para realizar su potencial. Esta posición aparece no solo en Crítica del Programa de Gotha, sino también en el prólogo de 1859 a Contribución a la crítica de la economía política —el único texto al que Marx se refirió como expresión de su enfoque general. La tarea, por tanto, es combinar desarrollo económico con movimiento revolucionario de masas. Los defensores e implementaciones de la teoría de las dos etapas responden a este desafío argumentando que un estado proletario debe supervisar el funcionamiento de la ley del valor capitalista, construyendo y socializando los medios de producción hasta alcanzar una abundancia material suficiente para un comunismo pleno. Esta fue la posición del socialismo soviético post-Nueva Política Económica. Hay cierta lógica aquí—por ejemplo, si la defensa de Marx de reducir la jornada laboral no se lee como una reapropiación del plus-trabajo extorsionado por el capital, sino como un imperativo absoluto, esto sugiere la necesidad de enormes aumentos de productividad, si no automatización total. Sin embargo, como argumenta Ernesto "Che" Guevara en sus críticas a la economía política soviética—y como explica la marxista inglesa Helen Yaffe en un artículo que resume estas críticas—, este enfoque estaba condenado a restaurar el dominio capitalista, ya que depende de relaciones laborales capitalistas. En contraste, Guevara aboga por atacar la lógica capitalista en todo momento. Para lograrlo, propone un socialismo que enfatice el desarrollo humano, la construcción de solidaridad y un cambio en la actitud hacia el trabajo—más famosamente en una carta publicada como El socialismo y el hombre en Cuba. El desarrollo de capacidades humanas y la planificación, para Guevara, permitirían un desarrollo económico arraigado en una democracia revolucionaria en crecimiento—un movimiento real volviéndose consciente de sí y tomando el mando colectivo de la sociedad. Aunque se podría pretender que Guevara simplemente tenía razón—la Unión Soviética cayó y Cuba no—, esto requeriría, al menos, ignorar los profundos y difíciles problemas económicos que enfrenta el socialismo cubano hoy y el limitado pero creciente retorno a una visión soviética del desarrollo económico en respuesta a ellos. Al igual que la lucha contra el capitalismo, el desarrollo comunista emerge como una práctica estratégica, orientada por una crítica de la economía política y hacia una democracia de masas, pero sin un enfoque definitivo que garantice la victoria.
A pesar de su retórica, el enfoque de Marx sobre el comunismo no pretende resolver nada por nosotros. Anclado en su crítica del capitalismo y el desarrollo histórico, su enfoque rechaza resueltamente una utopía imaginada y no puede contenerse en un programa partidista. Exige mucho más de nosotros. En su énfasis en "el movimiento real" y la abolición de la dominación capitalista, Marx nos desafía a actuar para cambiar el mundo, dándonos la dirección. Esto no invalida la necesidad de un estado o desarrollo económico, aunque complica el significado de estas formas y procesos. No exige una denuncia de los experimentos socialistas del siglo XX, sino que replantea estos asuntos como componentes y fases en la larga lucha por un mundo comunista. Aprovechar sus lecciones requiere que no los fetichicemos. El comunismo nunca puede ser un plan ni una política; es y solo puede ser una práctica de masas—una reinvención del mundo y sus pueblos emprendida por esos pueblos. Esperamos haber proporcionado una base en los contornos de esa práctica. Ahora, les toca a ustedes.